sábado, 23 de octubre de 2010

Contemplación y Silencio

La Mente Distraída


Laurence Freeman OSB


En la Décima Conferencia Casiano pone los pies sobre la tierra. Comienza a hablar acerca de cómo lidiar con la mente distraída en términos prácticos.
Alguien alguna vez comparó a la mente con un árbol lleno de monos saltando de rama en rama gritándose y charlando unos con otros.
Todos sabemos que apenas debajo de la superficie de nuestra mente conciente tenemos una inmensa distracción. Casiano nos habla acerca del problema de la distracción.
   Para los Padres del Desierto, la distracción era casi lo mismo que el pecado original. Se horrorizaban de haber ido al desierto, de haber abandonado todo, ellos practicaban una gran austeridad y ascetismo, y sin embargo no podían lograrlo.
   Uno se da cuenta lo horrorizados que estaban ante el descubrimiento de su propia distracción. De manera que la gran pregunta de Casiano en la Décima Conferencia es: ¿Cómo superar esta mente divagante, esta mente distraída e inconstante, cómo hacemos para ir más allá de las imágenes y los pensamientos que constantemente pasan a través del nivel superficial de la conciencia?
   En ese punto Casiano enseña la tradición del mantra en el Cristianismo. El lo llama una “fórmula”, un verso corto. El dice que esta tradición probada (insiste en la autoridad de esta tradición remontándola hasta los tiempos de los apóstoles) es una tradición probada que saca a la mente de su distracción y la guía a la quietud.
   “Tomen un verso sencillo”. El recomienda: ¨Oh Dios ven en mi ayuda¨. “Repítanlo continuamente”, una y otra vez, haciéndolo dar vueltas en el corazón. Y por la repetición constante de este verso alcanzarán con facilidad la primera de las beatitudes, la pobreza de espíritu.
   Es cierto que podemos encontrar este simple método que nos lleva más allá de nuestra distracción, dentro de las profundidades de la conciencia, en otras religiones.
   Pero, aquí, en el corazón de la tradición espiritual cristiana, lo encontramos expresado en términos de la Escritura, en términos de la teología cristiana. La repetición de un verso único nos conduce hacia la pobreza de espíritu, a renunciar a todos los pensamientos e imaginaciones;  en última instancia, a renunciar al ego, porque nos conduce desde esa pobreza de espíritu hacia el Reino de los Cielos, la oración de Cristo que está en nuestro interior. Esta pobreza de espíritu es la idea teológica principal o la idea de las Escrituras con la que juega Casiano cuando describe a la meditación, a la oración pura.
   La meditación es un camino. Es una disciplina. No es una técnica. Una técnica es algo que practicamos con el ego para obtener un resultado deseado, y para tener el control de todo el proceso. Con una disciplina, estamos trascendiendo el ego.
   No estamos practicando una disciplina para obtener un resultado deseado, sino para perdernos, para alejarnos del ego hacia el verdadero ser. Nadie puede encontrar su verdadero yo, nos dice Jesús, a menos que pierda su falso yo.
   Cuando se practica como una disciplina, la meditación no es dominar una teoría. Ni tampoco se trata de dominar una técnica. Cuando te pones a pensar te das cuenta que hay poca técnica en esta manera de rezar- repetir en el corazón un solo verso.
   Es muy práctico aprender a decir el mantra al ritmo de la respiración como también por ejemplo con la oración de Jesús. La oración de Jesús es el mantra de la Iglesia Ortodoxa. Si tomas una sola palabra es probablemente útil decir el mantra mientras inhalas, y luego exhalar en silencio. Permite que el mantra descanse sobre tu inhalación y luego exhala en silencio. Pero básicamente eres tú el que encontrará su propia forma de decirlo. Y básicamente en esta tradición, le prestarás atención no a la
respiración sino al mantra, a la palabra, al sonido de la palabra, más que a observar lo que está sucediendo con tu respiración.


Laurence Freeman OSB
a los Monjes de la Abadía GETHSEMANI, 1992
© 2005 Usado con permiso.
The World Community for Christian Meditation.
(http://www.wccm.org/)




Traducción por

Ana Inés Privitello
de Argentina













El Compromiso a la Sencillez


John Main OSB


En la medida en que hablamos de la meditación, nos vemos en la necesidad de recordarnos a nosotros mismos que es un camino de sencillez. La sencillez es la condición para la bondad, la felicidad y la santidad, pues aprendemos a ser sencillos a través de la pobreza. Jesús dijo: ´Bienaventurados los pobres de corazón pues de ellos es el reino de los cielos´ (Mateo 5:3).
   La sencillez, como objetivo, es algo poco familiar para nosotros. La mayoría de nosotros estamos muy bien entrenados a ver lo complejo y creemos que esto es digno de respeto.
   Para poder entender la sencillez debemos entrar a nosotros mismos. Debemos entrar a la sencillez de Dios y hacernos sencillos en este proceso. Seguro que has escuchado que la meditación es ´un camino a la realidad´. Es primero el camino a la realidad de nuestro propio ser. Al meditar aprendemos a ser. No a aprender a asumir algún rol, sino simplemente a ser. La mejor manera de describir ese ser es que entramos a un estado de total sencillez. No tratamos de actuar. Tampoco tratamos de disculparnos por como somos o lo que somos. Estamos, sencillamente, viviendo a partir de la profundidad de nuestro ser, seguros y afirmados, en la raíz de nuestra realidad. Como lo decía, esto es algo poco familiar para nosotros, pues estamos entrenados a pensar y a pensar que sólo podremos encontrar la verdad en lo complejo.
   Sin embargo, creo que todos sabemos en un nivel más profundo de nuestro ser que la verdad sólo se puede encontrar en la sencillez, en la apertura. Si recordamos nuestra claridad de visión cuando éramos niños, esta es la que nos llevará a aprender. Requerimos el sentido de admiración de un niño, la sencillez infantil para adorar la magnificencia de la creación.
   La sencillez no es necesariamente fácil. Esta es una de las dificultades que la gente encuentra al aprender a meditar. Se preguntan ´¿Qué debo hacer para meditar?´ Cuando les decimos que deben sentarse quietos, que deben aprender a decir una palabra, una frase corta, la gente se escandaliza. Hay algunos que me han dicho: ´Tengo un doctorado en Física Avanzada, o en Religión Comparativa. Eso que usted dice está bien para la gente ordinaria, pero no para mí – debe haber algo más estimulante que eso´. Pero esta es la esencia de la meditación – aprender a estar en silencio, aprender a estar quieto, y aprender que la revelación llega al penetrar en la raíz de las cosas, en el silencio de las raices.
   La meditación es una forma de romper con la ilusión del mundo para ir a la realidad de la pureza de la luz. La experiencia de la meditación consiste en anclarnos a la Verdad, al Camino y a la Vida.
   En la visión Cristiana, Cristo es el ancla. El nos revela que Dios es la base de nuestro ser, que nadie puede tener vida sin El, que El es el Camino, la Verdad y la Vida. La gran ilusión que casi todos padecemos es que creemos que nosotros somos el centro y que todo gira en nuestro alrededor. Sacar nuestro doctorado nos confirma este padecimiento. Pero en la meditación aprendemos que esto no es verdad. La verdad es que Dios es el centro y que cada uno de nosotros somos por su regalo, por su poder y por su amor. Ahora, esto no ocurre instantáneamente y,  como se los decía, para aprender a meditar debemos hacerlo cada día, en la mañana y en la noche y durante tu período de meditación debes aprender a decir tu palabra del principio al fin.
   Con la experiencia de meditar vamos gradualmente haciéndonos libres. La meditación es el mejor camino para la liberación. Por ejemplo, nos liberamos del pasado ya que cuando meditamos renunciamos a este al repetir nuestra palabra. Nos abrimos al presente por la disciplina de repetir la palabra. Consecuentemente nos abrimos cada vez más a nuestra vida en el momento presente. El miedo y el arrepentimiento del pasado pierden poder de dominarnos. No somos más dominados por estos porque ya estamos seguramente anclados en el Ser. En la meditación aprendemos que somos porque Dios es. Descubrimos que el simple hecho de ser es nuestro gran regalo. Al estar abiertos a ello, nos arraigamos a la base de nuestro ser. Asimismo, nos liberamos del futuro, de nuestra preocupación y de nuestro miedo. De hecho, lo que aprendemos en la meditación es que en el poder de Cristo nos liberamos del miedo. El miedo en sí es el obstáculo más grande entre nosotros y la realidad. La visión Cristiana nos muestra que el poder más grande que disipa el miedo es el amor. El corazón del mensaje Cristiano es que Dios es amor y que Jesús nos ha liberado de la esclavitud del miedo y nos ha llevado a la luz, al amor de Dios.
   Cada uno de nosotros estamos invitados a abrirnos a la capacidad de entrar en la experiencia misma de Jesús. En la revelación Cristiana El ha roto el velo del miedo y de las limitaciones. Su resurrección nos ha abierto un camino para entrar a la pura luz de la realidad, la luz pura del amor. Lo que aprendemos al meditar no es solamente teología o poesía de la teología, pero lo que aprendemos es que esto es el presente, la realidad viva que está en el centro de nuestro ser. Para entrar a ese Camino y a esa Luz, a ese camino del Amor, a esa vida sin límites, requerimos apertura, generosidad y sencillez de nuestra parte. Sobre todo, requiere del compromiso. No del compromiso por una causa o por una ideología, pero el compromiso en nuestras vidas de la sencillez en nuestro diario retorno a las raíces de nuestra existencia, el compromiso de responderle a la vida en atención, para crear el espacio en nuestra vida para vivirla plenamente. Lo que aprendemos en la meditación, en el silencio, es en toda sencillez descubrir que no tenemos nada que temer del compromiso de hacer este espacio.
   Creo que todos tenemos miedo de comprometernos pues parece ser que reducimos nuestras opciones. Nos decimos a nosotros mismos: “Si me comprometo a meditar, entonces no podré hacer otras cosas”. Lo que creo es que todos encontramos que este temor se disuelve en nuestro compromiso de ser serios, de estar abiertos, de vivir, no a partir de las sombras de nuestro ser, sino de su profundidad.
   Lo que todos encontramos en la experiencia de la meditación es que nuestros horizontes se expanden, no se contraen ni nos vemos limitados, sino que logramos la libertad. ¿Cómo ocurre esto? Creo que esto se logra como resultado de nuestro compromiso, no a una ideal abstracto o a una ideología, sino a la sencillez, la misma sencillez que se requiere para sentarnos cada mañana y cada tarde, y cerrar nuestros ojos y recitar una palabra del principio al fin.
   Inicia tu día con esto, a partir de la esencia de tu propia
naturaleza. Prepara tu día siendo. Luego en la noche regresa a buscar el significado de todo lo que hiciste en tu día para que similarmente te abras a tu origen en Dios y te abras a la base de tu ser.
   El mantra te irá conduciendo a un mayor silencio. El silencio te irá conduciendo a una mayor profundidad. En la profundidad vas a encontrar, no ideales o teología, sino a la persona que es Dios, que es el Amor. El camino es un camino de sencillez. Lo que debemos aprender en la meditación es que debemos aceptar ser más sencillos cada día de nuestras vidas. Escucha las palabras de Jesús:
´Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos...
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios´. Mateo 5: 3, 8.

   La meditación es el medio para la pureza del corazón, renunciamos al miedo y a la limitación – y entramos, sencillamente, a la presencia de Dios.

Moment of Christ - The



Path of Meditation -


John Main,OSB







El Camino a la Liberación

    


JOHN MAIN OSB

 
   Para algunos de ustedes que ya han estado meditando por un largo período les quiero decir lo que va a ocurrir con la meditación. Quiero dirigirles unas palabras sobre la meditación como un compromiso a la realidad. Estoy seguro de que ustedes saben por su propia experiencia que la meditación no nos permite jugar. Si estamos verdaderamente comprometidos a repetir el mantra desde el principio hasta el fin, y si verdaderamente estamos comprometidos a absolutamente meditar cada día de nuestras vidas, en la mañana y en la tarde, entonces cuando trabajamos en ese compromiso con mayor profundidad, nos abrimos a la realidad: a la realidad de nuestro propio ser, a la realidad de la creación y a la realidad de Dios.
   No a nuestras metas, no a las ambiciones, no a las cosas secundarias, no a las cosas materiales, no a lo trivial. Sabemos muy bien que si respondemos a lo trivial, nosotros mismos nos trivializamos.
   Permíteme darte un ejemplo. La gran ilusión que tenemos es que creemos que nosotros somos el centro de la realidad. Es muy fácil caer en esta ilusión porque en nuestra conciencia parece que vemos el mundo externo a partir de nuestro centro. Y parece que vigilamos el mundo externo a partir del centro de nuestro control interno. Y por lo tanto, parece que el mundo gira alrededor de nosotros mismos. Entonces, lógicamente, tratamos de controlar el mundo, de dominarlo y de ponerlo a nuestro servicio. Este es el camino hacia la alienación, hacia la soledad y hacia la ansiedad, porque esta percepción es fundamentalmente irreal.
   Lo que aprendemos al meditar, dentro de nuestra propia experiencia, es que Dios es el Centro. Dios es la Fuente de toda la realidad. Lo que descubrimos, por propia experiencia, es que no hay realidad fuera de Dios. Solamente existe la ilusión fuera de la realidad.
   En la meditación encontramos la fuerza para vivir en la clara luz del centro y en la realidad de Dios. La realidad que es su creación, la realidad de que mi ser creado por Dios surge de esto. El resultado es que, con la meditación, a través de nuestro compromiso, nos anclamos en la Verdad.  Primero nos anclamos en el Camino, el peregrinaje de la meditación. Y lo más importante, nos anclamos a la Vida. Nuestra línea de vida se hace clara. Nos anclamos en Dios. Empezamos a saber, desde nuestra propia experiencia, que Él es la base de nuestro ser. En Él vivimos. A través de Él vivimos. Y vivimos con Él.
   Lo que requerimos es compromiso y perseverancia. El resultado es que la meditación se vuelve nuestro camino de liberación. Nos hacemos libres para vivir el momento presente, para aceptar el regalo de nuestra creación, para estar totalmente en el eterno AHORA de Dios.
   Como estoy seguro, por tu propia experiencia descubrirás que este compromiso de ser y de vivir plenamente en el momento presente se convierte entonces en un compromiso de vivir tu vida plenamente en todo momento. La razón no es difícil de comprender. La razón es que con la meditación nos abrimos a la Fuente de la Vida en nosotros. Una vez que
nos abrimos, la Fuente de la Vida fluye en nuestro ser interno en todo momento de nuestra vida. Esto es en esencia lo que es el Cristianismo. Esto es lo que Jesús vino a proclamar: ¨ yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia´ (Juan 10:10).
   En otras palabras, no debemos disculparnos por lo que somos, ni dar excusas por lo que somos. No debemos pasar nuestra vida tratando que los otros nos acepten. Lo que tenemos que hacer es arraigarnos a la realidad, y después pararnos firmes en la base de nuestro propio ser, para así vivir con el poder de la realidad de nuestro propio ser.
   La meditación es el camino de liberación del miedo. El miedo es el gran impedimento para la plenitud de vida. Lo maravilloso de la visión proclamada por Jesús es que el gran poder del amor, que elimina el miedo, es el poder con el que hacemos contacto en la profundidad de nuestro ser. El poder del amor es la energía que barre con todo lo demás. Lo que debemos comprender y lo que debemos
proclamar, si vamos a proclamar el mensaje Cristiano al mundo, es que en la oración empezamos a vivir plenamente a partir de la fuerza que nos libera en lo profundo de nuestro ser y que esa fuerza de vida es el amor porque es Dios.
   Esto implica el compromiso a la vida y al amor. Este es el compromiso que Jesús proclamó con su propia vida y con su amor. Debemos comprender desde nuestra propia experiencia que esta vida y el amor son la realidad presente que se encuentra y que contactamos dentro de nosotros mismos, en nuestro propio corazón. Esto es algo que debemos aprender por experiencia propia. No es suficiente conocer a partir de la experiencia de otras personas que el Espíritu de Cristo vive en nuestro corazón y que en nuestro corazón el Cristo vivo nos llama a la plenitud de vida. Eso es lo que debemos ser, comprometidos en nuestro autoconocimiento y al compromiso de vivir a partir del poder de Cristo.
   No hay medias tintas. No puedes decidir meditar solamente un poquito. La opción es meditar y arraigar tu vida a la realidad. La realidad es la realidad de la libertad que estás liberado a ser y a tu plenitud en todo momento de tu vida.
   Hasta donde yo puedo comprender, esto es de lo que se trata en el Evangelio. Esto es lo que es la oración Cristiana. El compromiso a la vida, el compromiso a la vida eterna. 
   Jesús nos enseñó que el reino de los cielos es aquí y es ahora. Lo que debemos hacer es abrirlo, y ese es nuestro compromiso. Esto es lo que dijo Jesús en el Evangelio de Mateo:¨Es semejante el reino de los cielos a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta y, lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo. Es también semejante el reino de los cielos a un mercader que busca perlas preciosas y, hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra¨(Mateo 13: 44-6).
   Este es el compromiso que necesitamos - el compromiso a meditar cada día y, en nuestra meditación, decir el mantra de principio a fin.


Moment of Christ -


The Path of


Meditation - John


Main,OSB

Meditación Cristiana

Parte 1



Parte 2

viernes, 22 de octubre de 2010

Pie Jesu

jueves, 21 de octubre de 2010

EL MONTE ATHOS: la vida en un monasterio cristiano ortodoxo

Monte Athos I


Monte Athos II



Monte Athos III

VIGILANTES DE LA NOCHE: la vida en un monasterio benedictino

Vigilantes de la Noche I



Vigilantes de la Noche II



Vigilantes de la Noche III



Vigilantes de la Noche IV



Vigilantes de la Noche V

miércoles, 20 de octubre de 2010

DA PACEM CORDIUM

LAUDATE OMNES GENTES

Es sencillo, no fácil

Es sencillo, no fácil

Laurence Freeman OSB            
 Ver  biografía
Por eso les digo: No se inquieten por su vida pensando qué van a comer y beber, ni por su cuerpo pensando qué van a vestir. Con seguridad la vida vale más que la comida y el cuerpo más que el vestido” (Mateo 6:25)

“Busquen primero el Reino y su justicia y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana, el mañana se inquietará por sí mismo” (Mateo 6:33)
  La enseñanza que hace Jesús de la oración es simple y pura, incisivamente sabia y llena de sentido común. Sin embargo parece estar lejos de nuestra capacidad para practicarla. ¿Se estaba dirigiendo en realidad a la gente común?
  El descubrimiento de nuestras distracciones superficiales requiere de humildad. De este modo, nos ayuda a recordar que es un descubrimiento universal;  ¿ por qué otra razón Juan Casiano recomendaría el mantra (lo llamó “fórmula”) hace mil seiscientos años? Más aún, nuestra propia época ha aumentado el problema de la distracción natural con la enorme masa de información y estímulos en la que debemos movernos cada día, tratando de absorberla y clasificarla desde el momento en que prendemos la radio a la mañana hasta cuando apagamos el televisor por la noche.   Ante este descubrimiento, es fácil descorazonarse y alejarse de la meditación. “No es mi clase de espiritualidad¨; ¨no soy del tipo disciplinado¨; ¨¿por qué mi tiempo de oración debería ser otro tiempo de trabajo?” . 
   Con frecuencia este desaliento vela un sentimiento recurrente de fracaso e insuficiencia, el lado débil de nuestro dañado y auto desestimado ego: “No soy bueno para nada, ni siquiera para meditar”.
   Lo que necesitamos, por sobre todo en esta etapa inicial,  es la comprensión del significado de la meditación y el anhelo que viene del nivel más profundo de la conciencia en el que parecemos estancados.   Es aquí, en el comienzo, donde encontramos, aunque aún no nos demos cuenta de ello, la incitación de la gracia. Viene desde afuera de nosotros en la forma de enseñanza, tradición, amistad espiritual e inspiración.   Desde nuestro interior, llega como la sed intuitiva de una experiencia más profunda. 
Cristo, quien como Espíritu no se encuentra más dentro de nosotros que fuera de nosotros, parece empujar desde afuera y tirar desde adentro.
   Ayuda entender claramente desde el principio cuál es el significado y el propósito del mantra. No es una varita mágica que vacía la mente o enciende a Dios;  es una disciplina, “que comienza en la fe y termina en el amor”, que nos lleva a la pobreza del espíritu.
   No decimos el mantra para luchar contra las distracciones sino para ayudarnos a sacar de ellas nuestra atención. El primer gran despertar es simplemente descubrir que somos, aunque sea de manera muy pobre, libres de colocar nuestra atención en otro lugar. Es el principio de la profundización de la conciencia que nos permite dejar las distracciones en la superficie, como olas en la superficie del océano.
   Aún en las primeras etapas del viaje estamos aprendiendo la verdad más profunda a medida que abandonamos nuestros pensamientos religiosos y también nuestros pensamientos de todos los días: no es nuestra oración lo que nos importa, sino la oración de Cristo.









Nuestro propósito es permanecer en silencio en el momento presente, en el momento de la realidad, del encuentro con el Dios que es “Yo soy”. Y sin embargo, en cuestión de segundos, estamos pensando en ayer, haciendo planes para mañana o tejiendo ensueños y deseando se nos cumplan los deseos en el reino de la fantasía.


KYRIE ELEISON

DOMINE IESU CHRISTE

domingo, 17 de octubre de 2010

El sencillo gozo de la Verdad

El Sencillo Gozo de la Verdad OSB

JOHN MAIN
(1926-1982)

    Santo Tomás de Aquino dice que ´la contemplación consiste en sencillamente gozar la verdad´. ¡Sencillamente gozar!  
   Ahora bien, es verdad que pensar, analizar, comparar y contrastar tiene su lugar y espacio en las diferentes disciplinas, incluyendo la teología.  
   Pero en la contemplación, desde el punto de vista de Santo Tomás de Aquino, o en la meditación, como nosotros la llamamos, no es el momento para pensar, analizar, comparar o contrastar.  La meditación es el tiempo para ser.  Sencillamente gozar.  Y la sencillez a la que se refiere Santo Tomás se refiere a la de la unión, a la unidad.
   El reto para los hombres y mujeres de este siglo es que vivimos una era de intensa actividad,  y parece ser que para poder estar conformes o satisfechos con nuestros problemas o dificultades, entonces debemos hacer algo.  

   Me decía un amigo que se había encontrado a alguien en un hotel y los dos hablaban de los problemas de la vida.  Uno le decía al otro:  ´Mira, si quieres resolver los problemas de tu vida, debes tomar el curso que estoy tomando´.  Mi amigo entonces le preguntó: ´¿Y cuánto tiempo toma?´  El otro le responde:  ´Diez días´.  Luego le describió el curso así como las diferentes técnicas que se requieren para activar la satisfacción personal.
   Nuestra sociedad está llena de este tipo de recursos – cómo ganar amigos o cómo influenciar a la gente.  Todos estos cursos están llenos de ejercicios, procedimientos, cuestionarios para llenar, perfiles que elaborar y así sucesivamente.  Hay algunos cursos que consisten en técnicas exhaustivas en que se restringen los alimentos a los participantes, anunciándoles que pronto va a ser la hora de la comida, que nunca llega.  (De hecho el curso que me describía mi amigo no terminaba sino hasta las 4 de la mañana!).
   Así que todos estos cursos, que abundan en nuestra sociedad, tienen mucho contenido, requieren de mucha participación y actividad.  No hay duda de que algunos de estos cursos tienen su lugar.  Pero hay una historia del islamismo que  debemos conocer antes de abordar estos cursos.  Se trata de un hombre en un pueblo que está buscando su llave pues la había perdido.  Él la buscaba bajo el faro de una calle.  Pasa entonces una persona y le pregunta que qué busca.  El otro le responde que está buscando su llave.  El que pasaba por ahí le ayuda a tratar de encontrarla, pero sin éxito.  Finalmente el que pasaba por ahí le pregunta que en qué parte se le había caído. El otro le responde que como a 50 metros de donde estaban.  El que pasaba entonces le pregunta porqué entonces busca la llave ahí?  Y el otro responde:   "Bueno, es porque aquí hay más luz".
   Esto me hace pensar que somos como ese hombre, buscamos la llave donde hay más luz.  Creo que todo el mundo en nuestra sociedad, en cierto grado, está buscando la llave del misterio de la vida a través de ciertas técnicas y procedimientos conocidos,  y no hay duda de que estos tengan su valor.  

   Pero la búsqueda que estamos haciendo va más allá que cualquier actividad.  No es cuestión de asimilar más conocimientos.  De hecho, se trata de renunciar, de despojarnos. No es una búsqueda, estrictamente hablando.  No estamos buscando a Dios como si Él se hubiera perdido.  Sabemos que Él ahí es y está, y que Él es ahora.  Sabemos que Él está presente en este espacio, en este momento. Y el camino de la meditación que estamos siguiendo es simplemente el estar abiertos a lo que es, a la esencia de Dios y a la esencia de nuestra creación.  
   Esta apertura requiere que estemos abiertos al ahora, al aquí, y que pongamos toda nuestra atención desde la base de nuestro ser.
   Este es el reto de la meditación Cristiana.  De cierta forma debemos abandonar el faro de la calle que nos es familiar y debemos ir a donde la luz no es tan clara o mas bien debemos entrar a la oscuridad.  El aprender a decir nuestro mantra es el compromiso que nos lleva a encontrar la luz dentro de nosotros mismos.
   Santo Tomás habla de sencillamente gozar de la verdad.  El mantra es la llave para esa sencillez. El mantra es de hecho el principio para esa sencillez pura.  Es el renunciar definitivamente a todo lo complejo.  Requerimos solo una palabra. Requerimos la fe de un niño para decir esa palabra.  La verdad a la que se refiere Santo Tomás  es la única verdad que existe.  Es la Verdad que también es el Camino y es el Camino que es la Verdad.
La meditación es sencillamente gozar el Camino.  Es sencillamente gozar la vida. Cuando meditamos es como si nos viéramos reducidos en nuestro ser esencial.  En ese proceso de  reducción  nos hacemos tan pequeños que entonces podremos entrar por el ojo de la aguja.  La meditación nos enseña a ser humildes, y al hacernos pequeños, entramos a la vida, a la vida ilimitada.  

   Aplica esto en la enseñanza del Evangelio de San Juan: ´...Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.  Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad´ (Juan 4:23-24).
   La meditación es hacer contacto total con tu propio espíritu, total contacto con la verdad.  Recuerda el Camino:  Repite tu mantra de principio a fin.  Medita cada mañana y cada noche en total lealtad, sencillez y humildad.  La contemplación consiste en sencillamente gozar la verdad.

Moment of Christ - The Path of Meditation -
John Main,OSB
Traducido por Lucía Gayón

El Valor del Silencio

El VALOR DEL SILENCIO

(Texto de la  Comunidad Taizé)


Tres veces al día, todo se detiene en Taizé: el trabajo, los estudios bíblicos, los intercambios.  Las campanas llaman para la oración en la iglesia. Centenas, a veces miles de jóvenes de países muy diversos de todo el mundo, rezan y cantan con los hermanos de la Comunidad. La Biblia se lee en varias lenguas. En medio de cada oración común,  el largo tiempo de silencio es un momento único de encuentro con Dios.

 

Silencio y oración

Si nos dejamos guiar por el libro más antiguo de oración, los Salmos bíblicos, encontraremos en ellos dos formas principales de la oración. Por un lado, la lamentación y la llamada de auxilio, y por otra el agradecimiento y la alabanza. De un modo más escondido, existe un tercer tipo de oración, sin súplica ni alabanza explícita. El Salmo 131, por ejemplo, no es más que calma y confianza: «Mantengo mi alma en paz y en silencio… Pon tu esperanza en el Señor, ahora y por siempre.»
A veces la oración calla, pues una comunión apacible con Dios puede prescindir de palabras. «Acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.» Como un niño privado de su madre que ha dejado de llorar, así puede ser «mi alma en mí» en presencia de Dios. La oración entonces no necesita palabras, quizás ni reflexiones.
¿Cómo llegar al silencio interior? A veces permanecemos en silencio, pero en nuestro interior discutimos fuertemente, confrontándonos con nuestros interlocutores imaginario o luchando con nosotros mismos. Mantener nuestra alma en paz supone una cierta sencillez: «No pretendo grandezas que superan mi capacidad.» Hacer silencio es reconocer que mis preocupaciones no pueden mucho. Hacer silencio es dejar a Dios lo que está fuera de mi alcance y de mis capacidades. Un momento de silencio, incluso muy breve, es como un descanso sabático, una santa parada, una tregua respecto a las preocupaciones.
La agitación de nuestros pensamientos se puede comparar a la tempestad que sacudió la barca de los discípulos en el mar de Galilea cuando Jesús dormía. También a nosotros nos ocurre estar perdidos, angustiados, incapaces de apaciguarnos a nosotros mismos. Pero también Cristo es capaz de venir en nuestra ayuda. Así como amenazó el viento y el mar y «sobrevino una gran calma», él puede también calmar nuestro corazón cuando éste se encuentra agitado por el miedo y las preocupaciones (Marcos 4).
Al hacer silencio, ponemos nuestra esperanza en Dios. Un salmo sugiere que el silencio es también una forma de alabanza. Leemos habitualmente el primer versículo del salmo 65: «Oh Dios, tú mereces un himno». Esta traducción sigue la versión griega, pero el hebreo lee en la mayor parte de las Biblias: «Para ti, oh Dios, el silencio es alabanza.» Cuando cesan las palabras y los pensamientos, Dios es alabado en el asombro silencioso y la admiración.

 

La Palabra de Dios: trueno y silencio

En el Sinaí, Dios habla a Moisés y a los israelitas. Truenos, relámpagos y un sonido te trompeta cada vez más fuerte precedía y acompañaba la Palabra de Dios(Éxodo 19). Siglos más tarde, el profeta Elías regresa a la misma montaña de Dios. Allí vuelve a vivir la experiencia de sus ancestros: huracán, terremoto y fuego, y se encuentra listo para escuchar a Dios en el trueno. Pero el Señor no se encuentra en los fenómenos tradicionales de su poder. Cuando cesa el ruido, Elías oye «un susurro silencioso», y es entonces cuando Dios le habla. (1 Reyes 19).
¿Habla Dios con voz fuerte o en un soplo de silencio? ¿Tomaremos como modelo al pueblo reunido al pie del Sinaí? Probablemente sea una falsa alternativa. Los fenómenos terribles que acompañan la entrega de los diez mandamientos subrayan su importancia. Guardar los mandamientos o rechazarlos es una cuestión de vida o muerte. Quien ve a un niño correr hacia un coche que está pasando tiene razón de gritar lo fuerte que pueda. En situaciones análogas, han habido profetas que han anunciado la palabra de Dios de modo que resuene fuertemente a nuestros oídos.
Palabras que se dicen con voz fuerte se hacen oír, impresionan. Pero sabemos bien que éstas no tocan casi los corazones. En lugar de una acogida, éstas encuentran resistencia. La experiencia de Elías muestras que Dios no quiere impresionarnos, sino ser comprendido y acogido. Dios ha escogido «una voz de fino silencio» para hablar. Es una paradoja:

 

Dios es silencioso, y sin embargo habla

Cuando la palabra de Dios se hace «voz de fino silencio», es más eficaz que nunca para cambiar nuestros corazones. El huracán del monte Sinaí resquebrajaba las rocas, pero la palabra silenciosa de Dios es capaz de romper los corazones de piedra. Para el propio Elías, el súbito silencio era probablemente más temible que el huracán y el trueno. Las manifestaciones poderosas de Dios le eran, en cierto sentido, familiares. Es el silencio de Dios lo que le desconcierta, pues resulta tan diferente a todo loque Elías conocía hasta entonces.
El silencio nos prepara a un nuevo encuentro con Dios. En el silencio, la palabra de Dios puede alcanzar los rincones más ocultos de nuestro corazón. En el silencio, la palabra de Dios es «más cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del espíritu.» (Hébreos 4,12). Al hacer silencio, dejamos de escondernos ante Dioss, y la luz de Cristo puede alcanzar y curar y transformar icluso aquello de lo que tenemos vergüenza.

 

Silencio y amor

Cristo dice: «Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado» (Juan 15,12). Tenemos necesidad de silencio para acoger estas palabras y ponerlas en práctica. Cuando estamos agitados einquietos, tenemos tantos argumentos y razones para no perdonar y no amar demasiado y con facilidad. Pero cuando mantenemos «nuestra alma en paz y en silencio», estas razones se desvanecen. Quizás evitamos a veces el silencio, prefiriendo en vez cualquier ruido, cualquier palabra o distracción, porque la paz interior es un asunto arriesgado: nos hace vacíos y pobres, disuelve la amargura y las rebeliones, y nos conduce al don de nosotros mismos. Silenciosos y pobres, nuestros corazones son conquistados por el Espíritu Santo, llenos de un amor incondicional. De manera humilde pero cierta, el silencio conduce a amar.

Cómo Aprender a Meditar

CÓMO MEDITAR:
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