jueves, 14 de octubre de 2010

Guía Espiritual


MIGUEL DE MOLINOS
(1628 - 1696) ver biografía


GUÍA ESPIRITUAL

LIBRO  I

CAPITULO I
Para que Dios descanse en el alma, se ha de pacificar siempre el corazón en cualquier inquietud, tentación y  tribulación.

1. Has de saber que es
tu alma el centro, la morada y reino de Dios. Pero para que el gran rey descanse en ese trono de tu alma, has de procurar tenerla bien limpia, quieta, vacía y pacífica. Limpia de culpas y defectos;  quieta de temores; vacía de afectos, deseos y pensamientos;  y pacífica en las tentaciones y tribulaciones.

2. Debes, pues, tener siempre pacífico el corazón para conservar puro ese vivo templo de Dios, y con recta y pura intención has de obrar, orar, obedecer y sufrir sin ningún tipo de alteración cuanto el Señor considere enviarte. Porque es cierto que por el bien de tu alma y tu espiritual provecho, Dios ha de permitir al envidioso enemigo que turbe esa ciudad de quietud y trono de paz con tentaciones, sugestiones y tribulaciones, y por medio de las criaturas, con penosas molestias y grandes persecuciones.

3. Sé constante y pacifica tu corazón en cualquiera inquietud que te ocasionaren estas tribulaciones.
Entra allá adentro en tu interior para vencerlas, que allí está la divina fortaleza que te defiende, te ampara y por ti pelea. Si un hombre tiene una fortaleza segura, no se inquieta aunque le persigan los enemigos, porque al entrar allá dentro, quedan burlados y vencidos. El castillo fuerte para triunfar sobre tus enemigos visibles e invisibles, y sobre todas tus asechanzas y tribulaciones, está dentro de tu misma alma, porque allí reside la divina ayuda y el soberano socorro; éntrate  allá dentro y todo quedará quieto, seguro, pacífico y sereno.

4. Tu principal y continuo ejercicio ha de ser pacificar ese trono de tu corazón para que repose en él el soberano rey. El modo de pacificarlo ha de ser entrándote dentro de ti mismo por medio del interior recogimiento. Todo tu amparo ha de estar en la oración y recogimiento amoroso en la divina presencia. Cuando te vieres más combatido, retírate a esa región de paz, donde hallarás la fortaleza.
Cuando estés más temeroso, recógete a ese refugio de la oración, única arma para vencer al enemigo y sosegar la tribulación. No te has de apartar de ella en la tormenta, hasta que experimentes, como otro Noé, la tranquilidad, la seguridad y serenidad, y hasta que tu voluntad se halle resignada, devota, pacífica y animosa.

5. Finalmente, no te aflijas ni desconfíes cuando estés temeroso. Vuélvete  a quietar, siempre que te alteres; porque esto es todo lo que quiere este divino Señor de ti, para reposar en tu alma y hacer un rico trono de paz en ella, que busques dentro de tu corazón, por medio del interior recogimiento y con su divina gracia, el silencio en el bullicio, la soledad en el concurso, la luz en las tinieblas, el olvido en el agravio, el aliento en la cobardía, el ánimo en el temor, la resistencia en la tentación, la paz en la guerra y la quietud en la tribulación.
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